Vivebien
Enero en OYMYAKON
Actualizado: 11 ene 2021
Mirando por la ventana caer la nieve que nos ha traído a Zaragoza el temporal de FILOMENA, vino a mis pensamientos como sería el frío en un lugar de Siberia conocido por su récord en habituales bajas temperaturas extremas. Se trata de un pequeño municipio de la República de Sajá, perteneciente a la Federación Rusa que ha llegado a registrar 71,2 grados bajo cero.
Y me pregunto, como es posible vivir con tanto frío?
Poca gente circula por la calle en invierno, tan apenas paran segundos a hablar y como es lógico sus alrededor de 450 habitantes procuran no salir de sus casas en el crudo invierno. Son meses de gran dureza, que hacen que se ocupe el tiempo en lectura y televisión. Los niños, si la temperatura es menor de 52 grados bajo cero, se quedan en el hogar, y si van al colegio, sus recreos son en el interior del centro en los pasillos. Los termómetros son de alcohol porque el mercurio se congela a -39 grados y la temperatura media la tienen a -47.
El agua la obtienen descongelando hielo dentro de la casa, que gracias a la leña consiguen temperaturas de hasta 20 grados. Los motores de los coches no suelen apagarse para que puedan arrancar. Otra dificultad es la instalación de cuartos de baño en forma de casetas y agujero en el suelo en el exterior de la vivienda, los cuales son utilizados por obligación ya que es para pensarse la visita.
Para quitarse el frío, utilizan bebidas como el Ruski Chai (té ruso) y el Vodca siendo el alcohol la principal causa de muerte por encima del frío. Su actividad económica se basa en granjas de renos y vacas.
Si quieres viajar hacia este desierto blanco y gélido, te recuerdo que no encontrarás ningún hotel, pero a cambio tendrás la hospitalidad de sus lugareños que están siempre dispuestos a recibirte.
Por qué hace tanto frío en Oymyakon? La respuesta es la combinación de tres factores: El altiplano donde está este municipio, la distancia con el océano. Los mares siempre ayudan a atemperar y este pueblo está muy lejos de ellos. y por último la situación anticiclónica que mantiene cada invierno.
Tras pensar estas heladas vivencias, recurro a un buen café muy caliente que me entone y doy gracias de vivir donde he nacido, mi Zaragoza ventolera.